lunes, 24 de febrero de 2014

El Anticristo: La embestida final de Satanás


Como se vio en publicaciones anteriores, el diablo es real y tiene la ambición de oponerse hasta su último «aliento» al reinado de Cristo. Negar su existencia es posible desde fuera del marco de la fe, pero no lo es para un creyente, pues Jesús mismo habló de él con claridad. Su rebelión, fruto de la soberbia y la envidia hacia nosotros, criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, desencadenó una guerra total que enfrentó a Satanás y los ángeles caídos que se sumaron a su sedición (fuerzas de las tinieblas) contra la Providencia Divina (las obras de la luz y la vida).

Con igual rotundidad confía el creyente en las palabras de Cristo acerca de su segunda venida y el fin del mundo. En su discurso escatológico, el Señor confía a sus discípulos que antes del final se aupará en el lugar santo el ídolo repugnante anunciado por el profeta Daniel (Mt 24, 15), haciendo referencia al Anticristo. Será la embestida final de Satanás, que ofrecerá el timón del mundo al Anticristo, el cual personifica la oposición más radical a Cristo y su reino.

En el Libro de Daniel, la realidad a la que alude Cristo se refiere a un hombre que dirá cosas monstruosas (Dn 7, 8); pactará con mucha gente, y poco después pondrá fin a los sacrificios y a las ofrendas, y en el templo cometerá un sacrilegio horrible (Dn 9, 27); incluso se engreirá por encima de Dios mismo (Dn 11, 36). Este pasaje me parece muy significativo.

En Marcos 13, 14-20, además, Jesús anuncia a los suyos que la llegada del Anticristo vendrá acompañada de una angustia terrible y jamás vista: «Cuando veáis el ídolo repugnante puesto donde no debe estar (el que lea que entienda), entonces los que estén en Judea que huyan a los montes; el que esté en la terraza que no baje a recoger nada de su casa, y el que esté en el campo que no vuelva por su manto. ¡Ay de las que estén encinta y criando en aquellos días! Rezad para que esto no caiga en invierno. Porque en aquellos días habrá una angustia tan grande como no la ha habido desde el principio del mundo que Dios creó hasta ahora, ni la habrá jamás. Y si el Señor no acortase aquellos días, nadie se salvaría» (Mc 13, 14-20).


San Pablo es nuevamente quien habla directamente del Anticristo en términos escalofriantes. De él dice que es el hombre de la iniquidad, el destinado a la perdición, el adversario, «que se levantará contra todo lo divino y todo lo que tenga carácter religioso, hasta llegar a sentarse en el santuario de Dios, haciéndose pasar a sí mismo por Dios» (2 Tes 2, 3-4). Además, «la venida de este hombre inicuo, en razón de la actividad de Satanás, irá acompañada de toda suerte de prodigios, de señales y de portentos engañosos...» (2 Tes 2, 9). En Apocalipsis 13 se detalla que seducirá a los habitantes de la Tierra y estos lo adorarán. 

Y en las dos primeras cartas de Juan, se usa explícitamente el término Anticristo. En la primera de ellas San Juan afirma que el Anticristo es aquel que niega al Padre y al Hijo (1 Jn 2, 22). Y en la segunda de las tres que forman el corpus epistolar de Juan, el evangelista se refiere al Anticristo como el seductor que no confiesa a Jesús como el mesías hecho hombre (2 Jn 7).

Pues bien, el Anticristo, entendido esta vez como el último agente de Satanás, y no como todo aquél que niega la divinidad de Cristo, está por llegar. Se tratará de la postrera embestida de Satanás contra Cristo, su Iglesia y su reinado. Y para detectar los días previos a la aparición del ídolo repugnante, el mismo Jesús nos habló de que habría de producirse una gran apostasía. 

De todo ello hablaré más detenidamente en publicaciones siguientes. Con los datos anteriores ya se puede tirar de unos cuantos hilos, o remover ciertas ascuas.