Filósofos, poetas, guionistas cinematográficos, y toda clase de pensadores han escrito —y siguen escribiendo— sobre la condición humana. Masaki Kobayashi por ejemplo parió una obra maestra del cine llamada precisamente La condición humana. Pues bien, las tres cintas que forman la obra completa superan las 9 horas de metraje. En cambio, en este delicioso vídeo, en 3 minutos se describe de manera magistral cuál es la condición real del ser humano. Aquí, como decía, a través de la metáfora de un hombre caído en un pozo, se muestra fielmente la situación del hombre en la Tierra y, sobre todo, su necesidad de ser rescatado. Pero además de exponer la condición humana con sencillez y hondura únicas, también examina a las diferentes religiones vivas del planeta a partir de la respuesta que éstas ofrecen al hombre caído. Lo que revela por último este precioso relato audiovisual es cuál es la única religión verdadera de entre todas ellas; y ésta es indudablemente la fundada en la persona de Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo, pues «no se nos ha dado a los hombres ningún otro nombre debajo del cielo para salvarnos» (Hechos 4, 12).
Por supuesto, las otras «religiones» quedan en evidencia a la hora de resolver la urgencia mayor y última del ser humano: su anhelo de trascendencia y su necesidad de ser rescatado del pecado que lo hace postrarse, consciente o no, a los pies del diablo.
Así pues, ésta es la historia de este maravilloso vídeo:
Un hombre cayó en un hoyo. Cayó en él y no podía salir. Un viajero pasaba por ahí. Le dijo al hombre que meditara para purificar su mente, pues de esta manera alcanzaría el nirvana y todos los sufrimientos cesarían. El hombre hizo lo que le dijo, pero continuaba en el hoyo.
Otro hombre apareció. Le dijo al hombre que el hoyo no existía y que de hecho él tampoco existía. Era todo una ilusión. Pero el hombre que no existía estaba aún metido en el hoyo que tampoco estaba ahí.
Otro visitante llegó. Éste enseñó al hombre a llevar a cabo buenos actos para perfeccionar su karma, y le aseguró que no debía preocuparse, pues aunque muriera podía ser reencarnado en algo magnífico.
Ya de noche otro hombre miró al hoyo donde estaba el hombre. Le dijo a éste que rezara cinco veces al día en dirección al Oriente y que cumpliera cinco penitencias importantes. Si él era fiel, quizá algún día lo divino lo haría libre... El hombre rezó lo mejor que pudo. Pero estaba perdiendo fuerzas. Y continuaba en el hoyo.
Al día siguiente otro hombre apareció. Había algo diferente en él. Gritó al hombre que estaba abajo y le preguntó si quería ser libre... El hombre le dijo que sí. ¿Qué hizo entonces el individuo que se encontraba arriba? Bajó él mismo al foso donde estaba el hombre caído y ya exhausto. Tomó al hombre. Y, ayudándose de una cuerda que había lanzado al hoyo, lo arrastró hacia la Luz.
Entonces el hombre caído en el hoyo, que no podía salir por sí mismo de aquella situación, fue salvado por otro. Ese hombre era Jesús, ese individuo era Dios.