lunes, 24 de febrero de 2014

La apostasía general: Los días previos al Anticristo


En los Evangelios vemos constantemente a Jesús invitándonos a interpretar o discernir los oscuros misterios que entraña la guerra espiritual en la que se halla envuelta la creación entera. Una y otra vez insiste en que juzguemos los signos presentes para prevenir y resistir las astucias del maligno. Entre sus enseñanzas, en las que solía incluir exhortaciones a la vigilancia, se encuentra una especialmente dura, que choca frontalmente con la obstinación del hombre y su habitual ceguera: «Cuando veis levantarse una nube por poniente, decís: Va a llover, y así es. Y cuando sentís soplar el viento del sur, decís: Va a hacer calor, y así sucede. ¡Hipócritas!, sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿y cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?» (Lucas 12, 54-56). 

El Anticristo: La embestida final de Satanás


Como se vio en publicaciones anteriores, el diablo es real y tiene la ambición de oponerse hasta su último «aliento» al reinado de Cristo. Negar su existencia es posible desde fuera del marco de la fe, pero no lo es para un creyente, pues Jesús mismo habló de él con claridad. Su rebelión, fruto de la soberbia y la envidia hacia nosotros, criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, desencadenó una guerra total que enfrentó a Satanás y los ángeles caídos que se sumaron a su sedición (fuerzas de las tinieblas) contra la Providencia Divina (las obras de la luz y la vida).

Con igual rotundidad confía el creyente en las palabras de Cristo acerca de su segunda venida y el fin del mundo. En su discurso escatológico, el Señor confía a sus discípulos que antes del final se aupará en el lugar santo el ídolo repugnante anunciado por el profeta Daniel (Mt 24, 15), haciendo referencia al Anticristo. Será la embestida final de Satanás, que ofrecerá el timón del mundo al Anticristo, el cual personifica la oposición más radical a Cristo y su reino.

sábado, 22 de febrero de 2014

El combate espiritual


La vida humana está gravada con una guerra que a simple vista no se percibe. A poco que pasan los años es posible reconocer que el mundo es en parte hostil y que no vivimos en ningún paraíso. Más adelante, si el corazón no está podrido por los embustes del mundo, el hombre sabio discierne que forma parte de una guerra espiritual que le supera y de la que no puede librarse. La iglesia lleva toda su bimilenaria historia llamando a esta realidad por su nombre: combate espiritual. Pero de haber guerra ¿no debe haber también un enemigo?

La voz más autorizada de todas cuantas se hayan pronunciado sobre el asunto que nos ocupa pertenece a Jesús de Nazaret, el mesías divino, el mismísimo Hijo de Dios. Él fue de hecho quien corroboró, como recogen los Evangelios, la realidad de este combate. La parábola de la cizaña ilustra perfectamente la conflagración en la que está sumergido el hombre, desde que nace hasta que muere:

viernes, 21 de febrero de 2014

¿Qué es la Biblia?

La Biblia es una colección de libros que la Iglesia considera escritos bajo la inspiración de Dios y que contienen la palabra de Éste, una palabra que Dios transmitió y continúa transmitiendo a todos los hombres y mujeres de la tierra.

Pequeña biblioteca en sí misma, la Biblia católica está compuesta por 73 libros. Debe su nombre a su etimología griega, que significa los libros, y que al pasar del griego al latín el plural “ta biblia” se convierte en el singular “la Biblia”, es decir, el libro.

Este matiz indica que la Biblia es el libro por excelencia, un libro que, a diferencia de todos los demás, tiene un doble origen, humano y divino. Por un lado la Biblia es un libro humano porque es un libro hecho por hombres corrientes y en el lenguaje de los hombres. Pero por otro lado es un libro sobre todo divino, pues Dios se vale precisamente de esos hombres comunes para anunciarles un mensaje de salvación.